El capitalismo de la vigilancia. Así como el capitalismo industrial tendía a intensificar los medios de producción, el capitalismo de la vigilancia tiende a intensificar los medios de modificación de la conducta. Google inventó y perfeccionó el capitalismo de la vigilancia en un sentido muy similar a como General Motors inventó y perfeccionó el capitalismo gerencial hace un siglo. Los capitalistas de la vigilancia se dieron cuenta de que podían hacer lo que quisieran y lo hicieron. Primero estaban enfocados hacia la publicidad en la red, pero se han convertido en el modelo para la mayoría de los negocios basados en Internet. Los productos y servicios del capitalismo de la vigilancia no son los objetos de un intercambio de valor. Somos las fuentes de un excedente del que se alimenta el capitalismo de la vigilancia: somos los objetos de una operación tecnológicamente avanzada de extracción de materia prima, de la que resulta cada vez más difícil escapar. Somos monitorizados, analizados, explotados como minas de datos y modificados. El capitalismo de la vigilancia actúa por medio de asimetrías de conocimiento. Los capitalistas de la vigilancia saben todo sobre nosotros, pero sus actividades están diseñadas para que no puedan ser conocidas por nosotros. Predicen nuestros futuros para el beneficio de otros. La propiedad de los medios de modificación de la conducta queda por encima de la propiedad de los medios de producción. El capitalismo de la vigilancia es una fuerza sin recelo impulsada por imperativos económicos novedosos, que ignoran las normas sociales y anulan los derechos elementales asociados a la autonomía individual. La autora nos explica que el capitalismo de la vigilancia no tiene precedentes y por ello, es irreconocible, consigue confundir nuestra capacidad de comprensión y surge una tendencia a normalizar lo que es irregular. Una dificultad para comprender estos fenómenos estriba en lo fácil que es confundir el capitalismo de la vigilancia con las tecnologías que ese capitalismo emplea. El capitalismo de la vigilancia no es una tecnología; es una lógica que impregna la tecnología y que la pone en acción. El capitalismo de la vigilancia es una forma de mercado que resulta inimaginable fuera del medio ambiente digital, pero que no es lo mismo que «lo digital». La modernidad en tres pasos. La autora nos habla de los fundamentos del capitalismo de la vigilancia y menciona que Apple, en 2003, es pionera en música personalizada que se ajustaba a las cambiantes necesidades de los clientes, a través de la tienda iTunes y los equipos iPod. En 2008 las ventas de iPods fueron espectaculares y Apple incorporó las funciones del iPod en el iPhone. El modelo de negocio de la industria musical se encargaba de decir a sus consumidores lo que querían comprar. La individualización constituyó una primera modernidad. La segunda modernidad trajo consigo a Google, Facebook y otros fenómenos parecidos. En la segunda modernidad se vive una vida sin destino fijo, volvemos la mirada a los recursos ricos en información del nuevo ambiente digital que ofrece nuevas formas de amplificar nuestras voces y de forjar nuestros propios patrones de conexión con otras personas. Pero la segunda modernidad presentó una contradicción existencial: queremos ejercer el control sobre nuestra propia vida, pero ese anhelo se ve frustrado en todos los ámbitos y nos vemos obligados a batallar con una economía y una política para las que no somos más que números. Los anuncios de Google generaban una rentabilidad. Los anunciantes de Facebook podían monitorizar a los usuarios por toda Internet. La privacidad había dejado de ser una norma social. Se creó una forma de confiscación unilateral de derechos sin consentimiento de la persona a la que se le confiscan. La tercera modernidad estaría definida y propiciada por las aspiraciones de libre determinación de los individuos. En el corazón del proyecto digital comercial se instaló la promesa de «vivir mi vida a mi manera y a un precio que me pueda permitir». Pero la autora nos advierte: «Si queremos que el futuro digital sea nuestro hogar, vamos a ser nosotros quienes tengamos que conseguirlo. Necesitaremos saber. Necesitaremos decidir. Necesitaremos decidir quién decide. He ahí nuestra lucha por un futuro humano». El origen. Cada búsqueda en Google produce una estela de datos como los términos de búsqueda, la manera de expresar cada búsqueda, su ortografía, su puntuación, la duración, y la ubicación. Al principio, estos datos simplemente se almacenaban y eran ignorados para otros usos. Pero los ingenieros de Google comprendieron que los datos colaterales podían convertir al motor de búsqueda en un sistema de aprendizaje recursivo para mejorar constantemente los resultados de las búsquedas. Surgió un equilibrio de poder: Google necesitaba personas de quienes aprender y la gente necesitaba un buscador para aprender con él. A más consultas, más aprendizaje y con ello, mayor relevancia, que implicaba más búsquedas y más usuarios. En este equilibrio, los datos del usuario proporcionaban valor sin coste que se reinvertía en la experiencia del usuario en forma de servicios mejorados, que se ofrecían también sin coste a los usuarios. Shoshana Zuboff nos dice que no es correcto categorizar a los usuarios de Google como «clientes» porque no hay un intercambio económico, ni un precio, ni una ganancia. Y tampoco puede decirse que los usuarios sean trabajadores de Google, porque no se cumple el esquema capitalista en el que este contrata personal, le otorga un salario y medios de producción, y el personal fabrica productos que pertenecen al capitalista, que los vende para obtener un beneficio. Los usuarios de Google son, más bien, proveedores de materia prima. El cambio. Pero esta situación cambió a partir del 2000. Esas materias primas que hasta entonces solo se usaban para mejorar la calidad de los resultados de las búsquedas, iban a ser usadas para seleccionar y dirigir publicidad hacia usuarios individuales. Los datos colaterales de los usuarios se convertirían en datos destinados a mejorar la rentabilidad de los anuncios, para Google y sus anunciantes. Gracias al acceso de Google a los datos conductuales, sería posible saber lo que un individuo concreto está pensando, sintiendo y haciendo en un momento y lugar concretos. Aquí comienza la fricción: los métodos de Google permitían vigilar, capturar, expandir, construir y reclamar un excedente conductual, que también incluye datos que los usuarios han optado intencionalmente por no compartir. Ningún obstáculo moral, legal o social iba a interponerse en el camino de búsqueda, reclamación y análisis de las conductas de otros, con finalidades comerciales. La invención de Google revelaba que la empresa había adquirido nuevas capacidades de inferencia y deducción de los pensamientos, sentimientos, intenciones e intereses de individuos y grupos, pues Google estaba dotada de los conocimientos más avanzados y necesarios para convertir esos datos en predicciones, todo en una fracción de segundo. Las relaciones sociales de vigilancia estaban basadas en la asimetría de conocimiento y poder. La estructura del capitalismo de la vigilancia. Un análisis de la estructura del fenómeno complejo del capitalismo de la vigilancia nos lleva a considerar cuatro elementos: La lógica. Google transformó su inversión en ingresos, creó de la nada y a un coste marginal cero, una clase de activos en forma de materias primas vitales derivadas de la conducta no mercantil de los usuarios. Al mismo tiempo, creó un nuevo tipo de mercado cuyo producto (predicciones), se podía comprar y vender. Así constituye un orden económico basado en la vigilancia, en definitiva: una economía de la vigilancia. El capitalismo industrial transformó las materias primas de la naturaleza en mercancías; el capitalismo de la vigilancia inventó una nueva mercancía a partir de la naturaleza humana. Los medios de producción. El proceso de fabricación de Google tiene tecnologías y técnicas específicas resumidas bajo el concepto de inteligencia de computadoras, que están en constante evolución. Los productos. Las predicciones están diseñadas para pronosticar lo que pensaremos, sentiremos y haremos, tanto en breve, como en un futuro próximo. Pero, las metodologías empleadas son un secreto celosamente guardado. Los productos predictivos de Google están destinados principalmente a la venta de publicidad dirigida. El mercado. Los productos predictivos se venden en un nuevo tipo de mercado: el mercado de futuros conductuales. Los tres grandes. Los científicos han advertido que la capacidad mundial de producción de información ha sobrepasado ya con creces la capacidad mundial de procesamiento y almacenamiento de información. Pensemos que nuestra memoria tecnológica ha venido duplicándose aproximadamente cada tres años. La información es digital, pero su volumen sobrepasa nuestra capacidad para discernir su significado. Se necesita «inteligencia de computadoras» para procesar esa enorme cantidad de datos y Facebook, Amazon y Google han prometido rentabilizar el análisis computacional inteligente aplicado a esas enormes cantidades de datos. Por ejemplo: Facebook no ha revelado cuántos servidores tiene, pero se sabe que están en tres partes de Europa y el centro de datos más nuevo tiene 50,000 metros cuadrados de superficie, y con sus servidores da servicio a más de 2,700 millones de usuarios; Amazon tiene 28 zonas de procesamiento en 8 países y en cada zona tiene entre 50,000 y 80,000 servidores y Google posee 900,000 servidores. El capitalismo de la vigilancia adquirió su posición de dominio en Estados Unidos, pero se extendió a Europa y practica nuevas incursiones en todas las regiones del mundo. Esta concentración de conocimiento ha dado lugar a una concentración de poder inaudita que debe interpretarse como la privatización no autorizada de la división del aprendizaje en la sociedad. Aquello que comenzó con la posibilidad de publicidad digital dirigida, ha definido un nuevo conjunto de objetivos que incluye la vigilancia de todos los procesos, sean naturales, humanos, fisiológicos, químicos, mecánicos, administrativos o financieros, incluida hasta la temperatura interna de animales en su hábitat natural. Pero, además de este aumento de la extensión y profundidad del alcance del capitalismo de la vigilancia, también se han alcanzado las economías de acción, para manipular y modificar comportamientos dirigidos a objetivos económicos ocultos. Shoshana Zuboff nos dice: «no es imponer unas normas de comportamiento (una observancia o una obediencia), sino producir una conducta que, de un modo fiable, definitivo y libre de error, conduzca a los resultados comerciales deseados». El peligro. Cuando hacemos una promesa, predecimos el futuro. Cumplir una promesa mediante el ejercicio de la voluntad convierte esa predicción en un hecho. El poder de la voluntad radica en la capacidad de abordar cosas que jamás han existido. Con la libertad de la voluntad emprendemos acciones subordinadas a la determinación que tengamos de llevar a cabo nuestros proyectos. Sin embargo, nos encontramos en un momento de la historia en el que el derecho al tiempo futuro corre peligro de desaparecer por una modificación conductual manejada por el capital de la vigilancia. No hay lugar para dudas, las pistas subliminales de Facebook son indetectables, entran en la vida diaria de miles de usuarios ingenuos y accionan determinadas cualidades de expresión emocional, mediante procesos que funcionan más allá de la consciencia de sus blancos humanos. El daño. Nuestra libertad florece cuando tenemos la firme voluntad de formular promesas y cumplirlas. Cuando los seres humanos unimos nuestras voluntades y nuestras promesas, creamos la posibilidad de realizar una acción colectiva encaminada a un futuro compartido. Este es el origen de los contratos. Pero las promesas legalmente vinculantes del mundo humano han sido sustituidas por los cálculos positivistas de las computadoras del capitalismo de la vigilancia. La monitorización y el accionamiento a distancia operan a través de Internet una «nueva economía» que se salta las promesas humanas y el compromiso social. Cuarta parte: La analogía con el Titanic. El Titanic. El Titanic fue un transatlántico británico, el mayor barco de pasajeros del mundo al finalizar su construcción, que naufragó en el océano Atlántico durante la noche del 14 y madrugada del 15 de abril de 1912. Entre sus pasajeros estaban algunas de las personas más ricas del mundo, además de cientos de inmigrantes de nacionalidad irlandesa, británica y escandinava que iban en busca de una mejor vida en Norteamérica. El barco fue diseñado para ser lo último en lujo y comodidad, y contaba con gimnasio, piscina cubierta, biblioteca, restaurantes de lujo y opulentos camarotes para los viajeros de primera clase, así como con una potente estación de telegrafía disponible para el uso de pasajeros y tripulantes. El barco tenía 10 cubiertas: la primera era la cubierta de botes ubicada a más de 17 metros por encima del nivel de flotación, le seguían cuatro cubiertas de primera clase, una de segunda clase, una de tercera clase, una cubierta compartida para la tripulación y pasajeros de segunda y tercera clase ubicada a casi dos metros abajo del nivel de flotación, la cubierta de calderas y la cubierta de máquinas. El Titanic zarpó con destino a Nueva York el 10 de abril de 1912, con dos escalas previstas para recoger pasajeros, en Francia y en Irlanda. El Titanic transportaba 2208 personas: 1317 pasajeros y 891 miembros de la tripulación. A las 23 horas con 40 minutos del 14 de abril se hicieron maniobras para evitar el choque frontal con un témpano de hielo de 46,000 toneladas. No obstante, las maniobras no lograron evitar el roce del casco con la parte sumergida del hielo y se desgarraron las planchas de acero del costado de estribor del barco. En el naufragio murieron 1496 personas. La Telépolis. El nuevo informe ‘Digital 2022 April Global Statshot’ de DataReportal, publicado en colaboración con We Are Social y Hootsuite, revela que más de 5 mil millones de personas en todo el mundo ahora usan Internet. Esta impresionante cifra marca otro hito importante en nuestro viaje hacia la accesibilidad universal a Internet y significa que el 63 % de la población total del mundo ya está en línea. Además, el número de usuarios de dispositivos móviles alcanzó el 66.6% de la población mundial, es decir, 5,220 millones de seres humanos. En consecuencia, una fracción muy grande de la población mundial vive en el tercer entorno de la clasificación de Javier Echeverría, o sea, en la Telépolis. Por otra parte, el hecho de tener una vida en el ciberespacio de la Telépolis ocurre simultáneamente con el hecho de vivir en un hábitat físico conformado por la naturaleza y la ciudad en alguna proporción. Ahora bien, el hablar de la vida de los seres humanos en estos entornos no solo refiere a la vida biológica que se da en los entornos físicos, sino a la vida cultural porque, en pocas palabras, la cultura es todo lo que el hombre hace y dice acerca de lo que hace. Los témpanos de hielo. Internet es un mar abierto al mundo en el que podemos navegar. De hecho, usamos navegadores para desplazarnos a través de las redes y sistemas informáticos. Empero, podemos perdernos, irnos a pique, algo puede salir mal, podemos naufragar. Como hemos visto, con el capitalismo de la vigilancia que prevalece en los buscadores de Internet, podemos perder la individualidad, podemos ver frustrado el anhelo de ejercer el control de nuestra vida y podemos llegar a perder la libre determinación de nuestros comportamientos. Por añadidura, con la tecnología actual no es necesario hacer búsquedas en Internet para que nuestros datos conductuales se almacenen con finalidades comerciales. Hoy es suficiente traer el teléfono guardado en el bolsillo para que los sistemas de localización global (GPS por sus siglas en inglés) obtengan información de nuestra ubicación cada dos segundos con pocos metros de error. Si recorremos un centro comercial, es posible saber qué tiendas y qué departamentos visitamos y cuánto tiempo pasamos en cada ubicación. Más aún, el escenario llamado «Internet de las cosas» hace posible que objetos, animales y hasta personas tengan identificadores únicos y con las tecnologías inalámbricas, queden conectados a bases de datos a través de Internet. Los ejemplos de la Internet de las cosas pueden ser muy diversos, verbigracia: el refrigerador que avisa al supermercado acerca de las cosas que necesitas y solicita que te las lleven a casa, o que nos avisa cuándo un producto está caducado; pulseras que cuando salgamos a correr nos informen de nuestras constantes vitales, lámparas inteligentes que se encienden solas cuando hace falta iluminación, tenedores que nos dan los datos de la velocidad a la que comemos para mejorar nuestra forma de comer, inodoros que nos hagan un análisis de nuestra orina y nos recomienden la dieta más adecuada. Sin lugar a dudas, Internet tiene innumerables ventajas que facilitan nuestra vida diaria, pero no debemos olvidar que también puede complicarla. Hoy vivimos no solo en los entornos físicos: la naturaleza y la ciudad, sino también en la Telépolis del ciberespacio. Necesitamos aprender a ver los témpanos que nos amenazan en los tres entornos y evitar el naufragio. No naveguemos en la oscuridad de la noche. Un faro. Necesitamos aprender a percibir el mundo como favorable o desfavorable y, en consecuencia, distinguir que cada objeto, persona o relación necesita percibirse e interpretarse en términos de sus intenciones. Necesitamos aprender a leer emociones, creencias, deseos, objetivos e intereses, para determinar comportamientos. Necesitamos hacer modificaciones sustanciales en algunos hábitos para fortalecer el pensamiento experto, la comunicación compleja, la toma de decisiones, la resolución de problemas y la creación de situaciones alternas. Necesitamos aprendizajes que ayuden a vivir en la incertidumbre y la complejidad. Necesitamos construir una nueva racionalidad que nos saque de la «conciencia inconsciente» y que establezca un diálogo entre pensamiento y emociones. El aprendizaje y la acción son la luz que evita el naufragio. Educar. El verbo educar refiere la acción de guiar a la persona para que saque lo mejor de sí misma, para que desarrolle todo su potencial. La educación es la acción y el efecto de educar. La educación se da a través de los procesos de aprendizaje o adquisición de conocimientos, habilidades, valores, creencias y hábitos. Ahora bien, una parte del aprendizaje se da por la enseñanza que refiere los actos que el docente asume para que el discente aprenda. En un poema de Merilinda Rivera: Yo toco el futuro. Yo toco el futuro todos los días, lo toco cuándo le enseño a un niño una letra, lo toco cuándo le enseño hablar correctamente, lo toco cuándo le enseño una sílaba... Yo toco el futuro todos los días, lo toco cuándo le enseño a mi hijo modales, lo toco cuándo le enseño respeto, lo toco cuándo le enseño amor... Yo toco el futuro todos los días porque ENSEÑO... Intereducándonos en la era digital. El infinitivo es una forma verbal que expresa una acción sin especificar tiempo verbal, modo ni persona. Ahora bien, los pronombres enclíticos se unen al final del verbo para que pueda desempeñar una función. Acorde con esto, cuando decimos «educarnos» referimos el acto de educar al pronombre personal nosotros y formamos un verbo pronominal. Además, el gerundio es otra de las formas no personales del verbo y le agregan un significado temporal durativo. Con este tiempo verbal, «educándonos» es un verbo pronominal que aporta una idea temporal. No obstante, la acción puede ser reflexiva o recíproca. Un verbo es reflexivo cuando el sujeto realiza la acción sobre sí mismo, en este caso, nosotros. Pero es recíproco si cada uno de los agentes que realizan la acción está implicado en la acción realizada por otro de los agentes. Por este motivo debemos expresar que la acción no solo es reflexiva sino recíproca, con el prefijo «inter» que significa «entre varios». Porque vivimos en los tres entornos, porque nos relacionamos con personas de las cinco generaciones vinculadas con el desarrollo y uso de Internet y de la web, porque entendemos que la historia de Internet ha sido larga y ahora tenemos un sistema que es el fundamento de la Telépolis, porque somos conscientes de los riesgos del capitalismo de la vigilancia, porque somos creadores de nuestro futuro… ¡Necesitamos vivir intereducándonos en la era digital!
Dr. Francisco Javier Sierra Vázquez Educándonos en la era digital.